Blade no sabía ya que hacer. Un guardia había muerto, había explorado varias veces el cementerio y siempre llegaba a la misma puerta cerrada a cal y canto.
Había oído la voz que le ordenaba que se fuese, y que no deseaba mostrarse. Junto con el orco negro que a veces se encontraba, Garush, pelearon contra docenas de muertos, bajo las oscuridades que iban apareciendo.
Blade, mientras se iba de nuevo, juró por Torm que averiguaría qué pasaba. Y por los Dioses que iba a sacar un buen dinero de ello.