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| Aldarion | |
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Cloudalbert Jugador
Cantidad de envíos : 5 Edad : 39 Localización : Barnacity... Por ahora Fecha de inscripción : 10/07/2008
| Tema: Aldarion Jue Jul 10, 2008 5:55 pm | |
| //Acompaño con un link con musiquilla para amenizar la lectura. https://www.youtube.com/watch?v=CZEwVoXTTfY Brilla pálida Selune en el bochornoso anochecer de las exóticas tierras del nuevo continente, conocido por los faerunios como Maztica. En las afueras de la colonia extranjera de Brunswick, una figura espía desde el cobijo de las ramas altas de un árbol a los últimos colonos que se afanan por volver ya tras la seguridad de las murallas de la ciudad. El observador titubea, indeciso, mientras hombres y mujeres avanzan; ahora es el momento. Se deja caer al suelo, sin producir sonido alguno, abandonando la seguridad del ramaje del Leñôcaso, y se encamina a paso ligero a la zona menos vigilada de la muralla, guiado por un sentimiento que no alcanza a reconocer. Aldarion es su nombre, y es cuanto recuerda del tiempo en que vivió entre elfos. No quiere ni necesita mas. Peculiar es su historia, mas vale la pena escucharla, pues ni su protagonista apenas la recuerda ya: Earanor y Sylenara eran dos elfos del bosque, integrantes de una de las escasas tribus élficas que habitaban el Shilmista, el Bosque de las Sombras. Vivían de forma sencilla, en pequeños campamentos que se iban desplazando, y como los demás, se dedicaban a hacer batidas por toda la foresta en busca de seres poco deseables, recolectar frutos, bayas y plantas útiles y, muy de tanto en tanto, cazar algo. Había pocos elfos en el Shilmista, pero defendían sus territorios con eficiencia y ferocidad, tanto de las criaturas del bosque como de las hachas humanas. Era esta una pareja de elfos jóvenes, pues apenas pasaban la segunda centuria; él era uno de los guardianes exploradores, ella se dedicaba a la recolección de las muchas plantas medicinales que en el bosque crecían. Acostumbraban a salir juntos a hacer las rondas siempre que sus responsabilidades lo permitian, y puesto que los dos sabían defenderse rara vez tuvieron problemas. Se encontraba Sylenara en una de sus rondas por el bosque una noche especialmente importante para la recolección de algunas plantas; pues bien sabido es que es en el solsticio de verano cuando las Várazhar, o Brillo de Luna, presentan unas propiedades más potentes. Aquella noche, además, Selune presidía el firmamento como nunca, brillando llena, en todo su esplendor, seguida por las Lágrimas y bañándolo todo con su fantasmal y mística luz argéntea. Earanor la acompañaba hoy, a sabiendas de que noches como ésta podian trastornar profundamente a algunas bestias. Así pues, iba la bella elfa moviéndose con soltura entre matorrales y arbustos, buscando el revelador brillo que la planta exhibía a la luz de la luna, seguida de cerca por su amado. Ocurrió de improvisto, ni siquiera el agudo oído de los elfos pudo percibirlo a tiempo. Sylenara se había agachado a recoger un tallo, cuando lo escucharon: un bufido felino, rebosante de demente ira. Un segundo después, la sombra negra caía del árbol, abalanzándose sobre la elfa. Ella gimió al notar los colmillos hincándose en su hombro mientras intentaba incorporarse, pero gracias a los rápidos reflejos de Earanor la presión no duró mucho. En un parpadeo, el experto guardián se había descolgado el arco y había plantado una flecha entre los homoplatos de lo que quiera que fuese aquello. La bestia se giró de golpe, dedicando al elfo un fiero rugido mientras el arco crujía preparando el siguiente proyectil. Fue en ese momento cuando pudo verlo bien: era aquella criatura una grotesca mezcla de felino y humanoide. Caminaba erguida, ondeando tras de sí una larga cola de gato, lucía unas formidables garras y su cabeza era muy semejante a la de un gran felino cualquiera. Tenía además todo el cuerpo cubierto de un corto y aterciopelado pelaje negro y brillante. Pero no había tiempo para admirar aquella aberración; soltó la siguiente flecha, que fue esquivada con asombrosa velocidad. Lo que ya no pudo esquivar fue el mandoble de la fina cimitarra de Sylenara, que dejara una delgada línea carmesí en su espalda. Entonces diera comienzo el mortal baile de espadas que tan practicado tenía la pareja. La bestia luchó con una fuerza y fiereza escalofriantes, pero no pudo mas que arañar sus petos de cuero antes de dejar escapar su último aliento. Se sentaron jadeando junto al cuerpo, comprobando que se encontraban bien. Sólo Sylenara había sufrido una herida, y el mordisco no revestía gravedad al no ser profundo. Así, tras recuperarse del susto, dieron por finalizada la ronda y volvieron al campamento. Sylenara no creyó necesario informar de que había sido herida, así que al volver ella misma trató el superficial mordisco. Todo transcurrió con normalidad durante las siguientes tres semanas, pero cuando Selune volvió a estar llena, se hicieron evidentes las verdaderas proporciones del desastre. El cambio se manifestó en medio del campamento, en cuanto los primeros rayos de luna acariciaron la tostada piel de la elfa. En cuestión de segundos, y entre agónicos gritos, Sylenara se había transformado en una criatura igual que la que la mordió... Por suerte, no hubo bajas, y la fuerza combinada de los hechiceros y guardianes que allí se encontraban pudo reducirla sin tener que matarla. Se consultó al mas anciano de los elfos del Shilmista, un druida tan sabio como venerable, y reconoció al momento la maldición de la mujer como un caso de licantropía. Era bastante raro encontrar licántropos en el Bosque de las Sombras, pero a pesar de ello, Jeryll Ojodeáguila sabía cómo tratarla. A los heridos por Sylenara seria suficiente con administrarles la dosis adecuada de Belladona, mezclada con otras hierbas para paliar su toxicidad. Sin embargo, en el caso de la elfa seria mas complicado, pues la primera transformación se había dado ya. La mantuvieron hasta la siguiente luna llena tratándola con su más avanzada medicina y la más alta magia curativa a su alcance. Dio resultado, y lo que nadie esperaba, el feto que Sylenara llevaba apenas tres meses gestando, resistió. Y así, el incidente fue rápidamente olvidado. Nadie nombró aquel hecho hasta que, casi dos años después, ella diera a luz. Se trataba de un chiquillo no muy grande, con una matita de cabellos argénteos que delataban cierto albinismo. Pero cuando abrió sus pequeños ojos, pudieron ver dos iris de un intenso amarillo, un tono parecido al de otros ojos que su madre prefería no recordar. Pero eso distaba mucho de ser lo más preocupante, eran sus orejas: en lugar de estar donde deberían, aparecían en la parte superior de la cabeza, y cubiertas de vello blanquecino... Dos días enteros tardó la elfa en poder mirar a su hijo sin romper a llorar. Intentaron “curar” al niño con todos los métodos a su alcance, pero conforme el tiempo pasaba, más claro se hacía que no sufría de licantropía, no al menos de una convencional, así pues no habia nada que curar. Le llamaron pues, quizás en un cruel recordatorio a sus padres de las circunstancias de su nacimiento, Aldarion, hijo de los árboles en lengua élfica. Conforme crecía, las diferencias de Alda respecto al resto de sus congéneres se hacían mas patentes: su cabello crecía con ese mismo tono argénteo, pero aparecía siempre alborotado, en lugar de liso y sedoso como el de las gentes de su raza. Cuando los dientes de leche dieron paso a la dentadura definitiva, dos colmillos algo mas pronunciados de lo normal se dejaron ver. Y para colmo, mostraba un carácter huraño e improcedente, siempre rebelde y algo malhumorado. Pero a pesar de todo esto, la pequeña comunidad de elfos del Shilmista se esforzaba por tolerar al joven Aldarion, pues no sin esfuerzo, seguían considerándolo un elfo. Pasaron los años, y el pequeño iba creciendo, aunque su comportamiento arisco e irritable no hacia mas que acentuarse; con frecuencia se le podía encontrar peleándose con sus hirientes compañeros de aprendizaje, y sus padres estaban poco menos que desesperados. Pero la situación llegara al límite un dia en que Earanor y Sylenara llevaran a Aldarion al bosque exterior, a enseñarle a moverse por él. El día pasó sin mas, ya que Alda parecía sentir apatía por todo cuanto le rodeaba, como siempre, pero cuando al anochecer Earanor acompañó al chico al rio para bañarse, se dio cuenta de la reticencia de éste a desnudarse. Cuando le obligó a desvestirse, el horror adquirió nuevas connotaciones para él... El joven Alda que, cabizbajo, evitaba la mirada de su padre cubriéndose la cara con el cabello, mostraba, donde acaba la espalda, una corta cola de apenas un palmo, cubierta de corto pelo del mismo tono que su cabello. A Earanor le llevó un rato reaccionar, con la vista perdida en el apéndice de su retoño, mientras éste no se atrevía a alzar la cabeza. Cuando por fin habló, su voz sonaba temblorosa por el nudo que estrangulaba su garganta. -Tranquilo Alda, te curaremos...
Última edición por Cloudalbert el Vie Jul 11, 2008 12:40 am, editado 4 veces | |
| | | Cloudalbert Jugador
Cantidad de envíos : 5 Edad : 39 Localización : Barnacity... Por ahora Fecha de inscripción : 10/07/2008
| Tema: Re: Aldarion Jue Jul 10, 2008 5:55 pm | |
| Pero seguía cabizbajo, y no pronunció palabra alguna durante todo el camino de vuelta. Cuando llegaron, y Earanor le llevó ante el líder a exponerle la grave dolencia de su hijo, el caos se adueñó del campamento. Se organizó un increíble revuelo, y en apenas unos minutos se había formado al consejo. Enviaron a buscar a Sylenara, y en cuanto la elfa supo de las noticias estalló a llorar. Las palabras del Consejo fueron escuetas, concisas, pero contundentes:
-Earanor, Sylenara, como miembros apreciados de la tribu que sois, hemos hecho cuanto hemos podido por Aldarion desde que naciera treinta y cuatro inviernos atrás. Pero sabeis, como nosotros, que su dolencia, bien no se puede curar, bien no es afección alguna, si no su propia naturaleza.
El llanto de Sylenara se intensificó, rota por la dureza de la verdad en esas palabras. -Claro es para todos ya que Aldarion no es un hermano, no es un elfo. Pero misericordiosos somos, y por los años vividos entre nosotros, no lo juzgaremos. Solo queda, así, una medida válida para él; el Destierro. Bajo pena de muerte, Aldarion – el líder del consejo se dirigió al chico sin inmutarse, con la frialdad del que está seguro de hacer lo correcto – a partir de mañana no podrás volver a poner un pie en el Shilmista. Se te proveerá de lo necesario y una escolta te llevará mañana con el alba hasta los límites del bosque. Hasta entonces, permanecerás bajo arresto.
Dos silenciosas y solitarias lágrimas rodaron por las mejillas del cabizbajo joven. Sólo dos. Ni siquiera alzó la vista a sus padres, ya era demasiado oir, como en la lejanía, el desgarrador llanto de Sylenara. Sabía que esto habia de pasar, lo sabía desde que él mismo descubriera ese odioso apéndice en su espalda. Pero no tuvo valor para cortarlo, y en el fondo sentía que qué importaba, si de todas formas iban a seguir odiándole.
Pasó la noche arrestado, bajo custodia, y al alba vinieron a buscarle. Una comitiva de cuatro guardias y sus padres, con marcadas ojeras y deshechos por el dolor. Les llevó toda la mañana llegar al linde occidental del bosque. Fue un viaje sumido en un tenso y opresor silencio...un silencio del que todos se sintieron esclavos. Alcanzado su destino, le vistieron con una sencilla protección de cuero y le dieron dos armas y raciones secas para una semana.
Se quedó allí quieto, mirándolos con las armas en las manos, sin saber que hacer...Mirando los rostros impasibles de los guardias, la triste serenidad de su padre...la muerte en vida reflejada en los ojos de su madre... Se dieron la vuelta, y empezaron a andar. Él intentó seguirlos. Una triste pero firme negación de una cara de finos rasgos se volvió la mayor de las barreras.
Y allí se quedó, viendo cómo se alejaban, viendo cómo se quedaba sólo, hasta que se perdieron en la frondosidad. Pasaron largas horas y no movió un dedo, hasta que un sonido le llamó la atención. Era un parloteo en lengua común, con un extraño y tosco acento. Inmediatamente se echó tras unos arbustos, y al poco vió aparecer una carreta tirada por caballos, conducida por dos seres de estrafalarios ropajes. Eran como elfos, pero más altos, robustos y feos...el corazón de Aldarion se encogió cuando dedujo que se trataba de humanos. La descripción parecía concordar, y Alda recordaba, de las enseñanzas a las que apenas prestara atención, lo terrible y bárbara que podía ser la raza humana, si le veían, le matarian, seguro.
El miedo le mantuvo paralizado hasta que dejó de oírlos, y de repente se sintió tremendamente desprotegido fuera del bosque, sin la seguridad de sus árboles. Oteó el horizonte, buscando desesperadamente algún otro gran macizo vegetal que lo protegiera, pero no parecía haber nada. Sin embargo, al norte, muy al norte, en la falda de unas montañas, creyó ver algo.
Sin pensarlo dos veces, corrió en esa dirección. Corrió hasta no poder mas, sintiendo el peso de las armas, del cuero. Sintiendo el dolor en sus piernas, el ardor en sus pulmones. Pero nada importaba, nada podía doler como le dolía el pecho ahora... Siguió corriendo durante toda la tarde. Cayó y tropezó muchas veces, lastimándose, mas siempre se levantaba. Se cruzó con algunas personas, pero no quiso ni mirarlos, apretando la marcha en su torpe y ahogada carrera.
Con los primeros rayos de luna, cayó agotado, cerca ya de las colinas, en la orilla de un río. No era excesivamente grande, y sus aguas danzaban cantarinas corriente abajo sin mucho ímpetu. El elfo bebió con el ansia del que no ha visto agua en días, entre jadeos de agotamiento, entumecido y dolorido por completo. Acertó a echar mano de la comida, y engulló hasta caer dormido.
Cuando el cegador brillo del Sol le despertó y se levantó, supo que el día anterior el dolor no era nada. Pero podía divisar ya las colinas bajas que daban paso a una alta cadena montañosa al Este. Y desde donde estaba, podía distinguir un asomo de vegetación alta tras las colinas.
Así que armándose de valor cruzó el río a nado y siguió a paso ligero hacia el noroeste. Dolorido como estaba, le llevó todo el dia atravesar el campo de pronunciadas pendientes, una colina tras otra, pero al fin pudo divisar el tan ansiado bosque. Era algo más grande aún que el Shilmista, cubriendo el vasto paso entre dos sierras, y de él nacían dos rios. Pero este lugar se le antojaba mas oscuro, peligroso... Mas no tenía elección, cualquier bosque debía ser mejor que la tierra descubierta.
Bajó la última colina con el crepúsculo, fija su vista en el inquietante y desconocido bosque ante él. Se internó en la foresta nervioso, pero era mayor el miedo que le provocaba el exterior, así que, como pudo, fue adentrándose cada vez más mientras la noche avanzaba. Pero no encontraba aquí el espíritu de apacible serenidad del Shilmista; todo el bosque parecía hervir de amenazante actividad. Escalofriantes aullidos lejanos, serpenteantes siseos por todas partes, y otros sonidos que el aterrorizado chico no conseguía reconocer. Buscó desesperado indicios de presencia élfica en el lugar, pero parecía que allí no estaba mas que la oscuridad que ni los haces de la siempre misteriosa Selune conseguían iluminar.
Sin darse cuenta, iba acelerando gradualmente el paso conforme su miedo le dominaba. Tenía hambre, estaba sediento, dolorido y entumecido por entero, y el corazón le golpeaba frenético en el pecho en un vano intento de escapar. Un siseo bajo sus pies, el crujir de una rama tras su nuca. Un tropiezo, y un aullido demasiado cercano que hace que los latidos en las sienes se vuelvan insoportables...
Y el elfo vuelve a echar a correr. Sin saber adónde va, sin sentir los latigazos de ramas y arbustos. Chocando con todo, llevándose cuanto le sale al paso por delante, Aldarion no podía parar de correr, de huir de todo, de todos. Pero no es fácil dejar al miedo atrás en una carrera, y en su frenética marcha el joven acabó por llamar la atención de los legítimos habitantes del bosque.
Sentía como si todo ser vivo allí le persiguiera, pero tuvo que parar en un claro a recuperar el aliento, entre ahogados resoplidos, tirado en el suelo. Oyó entonces un ruido muy claro tras unos matojos, seguido por el bajo gruñido que dio paso a su dueño. Era un lobo lo que se dejó ver, o quizás lo fuera un día. El animal era visiblemente viejo, pero grande aún así, y mostraba los dientes en una demente expresión. Babeaba sin control, y era evidente que estaba más que famélico mientras se acercaba lentamente al chico, sin dejar de gruñir sordamente.
Alda estaba paralizado viendo acercarse a la bestia. No podía apartar la mirada de sus desencajados ojos, y su cuerpo estaba frío y pesado como nunca. El animal saltó hacia él con un ronco gruñido, y Aldarion se vió morir allí mismo, en las fauces de aquel famélico lobo. Sin poder hacer otra cosa que temblar, decidió dejarse matar, acabar con la pesadilla en aquel solitario y oscuro claro, pero algo dentro de él despertó. Algo que llevaba desde siempre luchando por salir, algo fuerte e indómito, salvaje. Y aquel algo le permitió desenvainar una de sus armas y extenderla hacia delante en el último momento para ver como el lobo, fuera de sí por culpa del hambre, se empalaba solo, por propia inercia, y moría casi al momento.
Se quedó allí quieto, aguantando la espada sin dejar de temblar con la cabeza gacha. Y de nuevo, dos lágrimas gemelas se deslizaron por su cara. Dos lágrimas solo, dos lágrimas de despedida.
Quizá hubiera sido sólo un golpe de suerte, un reflejo a tiempo, pero barrió de un plumazo todo cuanto de elfo quedaba allí, dejando sólo instintos y un enterrado rencor. Asumió que ya no estaba en casa, ni volvería nunca a tener un lugar al que llamar así. Ahora estaba solo, del todo, y si queria sobrevivir, tendria que ser fuerte.
Y como la lógica le decía que no iba a poder salir vivo de allí, dejó de escucharla. Dejó de pensar, para empezar a sentir. Abandonó raciocinio por instinto, y empezó a actuar siguiendo impulsos que hasta ahora no había podido escuchar. Lentamente, con el tiempo, se convirtió en un depredador más del entorno; se escondía de aquellos mas fuertes que él, y cazaba a los débiles o incautos, sin maldad, pero sin piedad alguna. Aprendió que el fuerte vive y el débil muere, que si uno no caza, es cazado, y esta se convirtió en su única verdad.
Vagó por el bosque, sin rumbo, durante semanas, haciéndose a su nuevo hábitat, aprendiendo a subsistir. Y es que el Bosque de la Serpiente era y es un lugar, por encima de todo, peligroso, salvaje, y lleno de misterios. Pero, sorprendentemente, sobrevivió. Sus alterados sentidos le permitieron adaptarse a aquella nueva vida, aquella cruda soledad, como ningún otro elfo habría podido, disfrutando incluso en ocasiones de la caza, o de la fugaz tranquilidad de poder observar el firmamento y el bosque desde alguna rama alta en las noches de Selune llena. Sólo en esos ocasionales momentos la rabia de su pecho parecía acallar...
Así pasó las décadas, recluido en el oscuro coloso vegetal, aislado del resto del mundo. Alguna vez pudo ver pequeños grupos de elfos o humanos que siempre evitaba, procurando no ser visto por ellos, pues nada quería saber ya de los civilizados, aquellos que no le querían entre ellos, que le desterraron. Ahora, cuando en muy extrañas ocasiones pensaba conscientemente en ellos, los recordaba débiles y endebles, envueltos en estúpidas normas sin sentido.
Alda acabó de crecer allí, y pronto perdió la cuenta del tiempo que había transcurrido, pues para que la necesitaba ya. Pero con los años, sentía una extraña llamada que no quería ni podía ya reconocer, y es que después de todo, era un elfo, y necesitaba de compañía, aunque fuese incapaz de aceptarlo. Pasaban los inviernos, y por mucho que el elfo se obstinara en no escucharla, en no sentirla, la herida abierta distaba mucho de curarse, y el dolor le revolvía, enmascarándose de rabia y frustración.
Sin darse cuenta, cada vez sentía mas curiosidad por los escasísimos grupos de viajeros en el bosque, y antes de poder pensarlo, un día se encontró saliendo de la foresta, de camino a saben los dioses dónde...
Pero no son los caminos de Amn para incautos, y Aldarion aún era joven. No tardó en verse sorprendido por un destacamento de la guardia del país, encargado de mantener limpias y seguras las rutas comerciales... Poco mas que matones. No poco les costó dar caza a la aberración, que aún capturada, se revolvía con una insana y salvaje furia. Pero nunca habian visto criatura como aquella y, con la esperanza de sacar unos oros de mas, lo llevaron de vuelta a la capital vivo.
Hará unos veintiocho inviernos de todo esto... Cuando el gobierno de Amn se preparaba para mandar importantes destacamentos al recién descubierto Nuevo Continente, en una conquista que habría de hacer rebosar las arcas del país...
Cuando Aldarion despertó, estaba encerrado en una jaula, en las bodegas de un barco, sumido en el penetrante y nauseabundo hedor de los que eran sus compañeros de captura, en otras jaulas contiguas... Era aquel un grotesco circo de monstruos, pues además de los trabajadores voluntarios y asalariados, los amnianos se preocuparon de hacerse con un buen grupo de humanoides esclavos; mentes simples de fuertes brazos con las que allanar el terreno al llegar a las desconocidas tierras, ya que por supuesto, la esclavitud de los “civilizados” estaba terminantemente prohibida.
El viaje fue toda una tortura para el confundido Aldarion, y se prolongó durante semanas y semanas, en las que les alimentaban lo justo mientras las enfermedades se propagaban entre los viajeros. Pero de alguna forma lo aguantó, sobrevivió a ello como tantos otros, y finalmente pisaron tierra firme. Tuvo la suerte de que apenas los faerunios pusieron un pie en las costas, mientras descargaban sus mercancías, entre ellos los esclavos, algo enorme, fuerte y primitivo embistió su jaula, entre otras cosas.
Los gritos de alarma se extendieron por toda la tripulación ya en tierra, las bestias gritaban asustadas, y aquellos horrores gigantes y reptilianos (pues pudo ver después que habia mas de uno) rugian ensordecedoramente sembrando el caos por el apenas montado campamento. No desaprovechó la oportunidad. Se levantó aturdido de entre los restos de lo que segundos antes habia sido su cautiverio, y corrió desesperado hacia la espesura que se extendía desde primera línea de costa. Si alguien le vió huir, tenia cosas mas importantes de que preocuparse.
Alda era alguien perfectamente capaz de valerse por sí mismo en entornos salvajes, pero los bosques y junglas de la desconocida Maztica pusieron a prueba una vez más sus instintos. Extrañas criaturas, desconocidas civilizaciones... Hasta el encontrar frutos comestibles se convertía en una odisea en este lugar remoto. Pero consiguió sobrevivir de nuevo, otra vez sus impulsos dictaron qué hacer y como hacerlo, y con el tiempo, se adaptó, y es que al fin y al cabo, animales hay en todos sitios.
Pasó largos años recluido en los macizos vegetales, creyéndose escarmentado ya, sin preocuparse de mas que de mantenerse vivo un día mas, de aprender un poco mas del entorno, de hacerse un poco mas fuerte... Cada dia un poco mas... Hasta que la llamada volvió a hacerse demasiado fuerte como para ignorarla, hasta que le revolvía demasiado como para hacer oidos sordos... Y de nuevo se descubrió abandonando con recelo su territorio, volviendo inconscientemente por donde años atrás huyera, con la secreta esperanza de encontrar alguien, algo, que aplacara al menos por un tiempo su maldita curiosidad.
Última edición por Cloudalbert el Jue Jul 10, 2008 6:27 pm, editado 7 veces | |
| | | Phaere-DM- Jugador
Cantidad de envíos : 95 Edad : 40 Localización : En la infraoscuridad Fecha de inscripción : 22/05/2008
| Tema: Re: Aldarion Jue Jul 10, 2008 6:04 pm | |
| Tienes un bono de exp y de oro por la buena historia, te la as currado a si que no mas te lo mereces. | |
| | | Marion Jugador
Cantidad de envíos : 8 Fecha de inscripción : 30/06/2008
| Tema: Re: Aldarion Jue Jul 10, 2008 6:55 pm | |
| Ese Aldarion, cómo te queremos! | |
| | | James Jugador
Cantidad de envíos : 4 Fecha de inscripción : 01/07/2008
| Tema: Re: Aldarion Jue Jul 10, 2008 10:46 pm | |
| (Me hare un estupendo gorro de lana con ese pelajte) | |
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| Tema: Re: Aldarion | |
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| | | | Aldarion | |
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